lunes, 12 de julio de 2010

¿La plaza roja? No, times square

Pues sí, ahí hemos celebrado el mundial muchos españoles de los que llevamos varios días dando vueltas por Nueva York con camisetas rojas, la mayoría, con bufandas algunos. Es empezar casi por el final de otro días muy largo y bastante aprovechado, creo.
Primero, desayuno en el Hard Rock Café. Lo ponen los fines de semana, de viernes a domingo, y si vas temprano tienes espacio y tiempo para ver toda la memorabilia que las criaturas acumulan. Te cascan 16 euros pero el desayuno es un buffet glorioso con huevos revueltos, patatas fritas con verduras, bacon, salchichas, bagels, zumo, café (bueno, eso a lo que aquí llaman café), muffins... El precio incluye la famosa propina obligatoria... Y música. ACDC, guns and roses, REM, Phil Collins (sí, ya sé, pero yo no hago la selección) y cuando me iba a levantar, el Ticket to ride, con lo cual allí estaba yo sentándome de nuevo y haciendo el karaoke por lo bajini.
Contra la costumbre, he salido tardecillo del hotel (a las 8.30) y como el desayuno ha sido tranquilo, he cogido tarde el autobús para ir al mercadillo dominguero más recomendado por la guía, el Green Flea Market. Pues si éste es el mejor... Es una versión minúscula del de Fuengirola: cosas viejas, que no antiguas, recogidas de cualquier parte, libros, algunas antigüedades reales... Ocupa el solar de una manzana vacía y no alcanza los 15 puestos. Lo mejor de acercarse por ahí es que he aprovechado para dar una vuelta por el distrito de Chelsea, que es muy elegante y bonito.
Después he cogido otro autobús desde allí y, siguiendo la quinta avenida, he llegado a la calle 12 para ir a la librería de segunda mano supuestamente más grande del mundo, con sus 17 millas de estanterías. Yo juraría que la de Renacimiento, en un pueblo se Sevilla es mayor, pero no contaría porque no está abierto al público, y Strand sí. La tienda está en el encuentro de la 12 con Broadway. Cuando llegué a la 12 comencé a andar... en dirección contraria. Una suerte porque he visto el Village, barrio tranquilísimo y agradable, con esas casitas adosadas que se ven en las pelis a las que se accede subiendo una escalerita. Y una suerte también porque tras orientarme, desandar lo andado y llegar al cruce correcto, me encontré que aunque hubiera llegado antes no hubiera servicio de nada ya que la librería no abre hasta las once de la mañana los domingos. Así que me llegué a Forbidden Planet, otra librería, en este caso especializada en fantasía, comics y ciencia ficción, que está en la misma manzana. Ahí estuve investigando entre sus fondos de goodies y me encontré alguno que merece comentario en un post aparte. Y por fin me fui al strand donde estuve ojeando, hojeando, y del que me llevé postales y un catálogo del MOMA rebajado a mitad de precio.
Entre unas cosas y otras se acercaba la hora del partido así que a la vuelta pasé de autobús, tomé el metro, me duché y me bajé a la piscina. Como todos habéis visto el partido, poco que comentar salvo que esta vez había una gente un poco menos animosa que la de la semifinal así que la cosa ha estado más tranquila, hasta que ha terminado el partido y todo el mundo ha salido escopetado para las habitaciones y, después para Times Square donde se ha gritado y cantado de todo, hasta la copla El pulpo Paul, también es campeón.
Aquí no hemos visto el beso de casillas a sara carbonero. No sé qué se dirá por ahí. Yo digo que ole Casillas, y pobre Sara la cara que se le queda, pero ya puede estar contenta y orgullosa.
Tras la celebración me he dado una vuelta de despedida por Times Square. Mañana puedo darme otra ya que el shuttle no me recoge hasta las tres de la tarde, mientras que el avión sale de aquí a las siete, siempre hora local. Si a la ida gané horas, ahora las pierdo y no llego hasta el martes por la mañana. Espero dormir mucho en el avión aunque perdí la almohadilla que, por otra parte, tampoco me venía muy bien.
Vagabundeando por ahí he descubierto un supermercado de saltársete las lágrimas con pilas de fruta, platos precocinados, latas de refresco (en las pharmacy como Duane and Reade, nunca te venden latas sino botellas que aquí no son de medio libro sino de unos 600 centilitros por mor de los sistemas de medidas tan raros que se gastan aquí. También he estado en la tienda de los chocolates Hershey, justo enfrente de sus enemigos mortales, los M&M. Prefiero las Hershey, con productos más elegantes y unos chocolates estupendos.
Finalmente y tras alguna vuelta más por el área, me he acabado comiendo un menú McPollo en pleno Times Square, en unas mesas públicas que siempre están puestas y en las que la gente se sienta para charlar, comer e incluso dormir.
Y hablando de dormir, me voy a meter en el sobre, que estoy reventada y mañana me espera el viajecito en avión. Antes quiero subir a las ocho de la mañana al Empire, para aprovechar el cupón del City Pass y despedirme de la ciudad desde las alturas. Y luego, si abriera, que no lo sé, visita al Guggenheim. Si no, ya veremos si me doy otra vueltecita por Strawberry Fields o qué.
Ahí os pongo unas fotos del día y ya nos encontraremos en el último post del viaje.








domingo, 11 de julio de 2010

Cumplir con los mandamientos del turista

Esto es Nueva York

Esto también es Nueva York

Y esto, también


Son algunas de las fotos del viernes, tanto de The Cloisters, el museo románico dependiente del Metropolitan, como del propio Metropolitan. Fueron dos visitas tan agotadoras que cuando llegué a las siete de la tarde al hotel (había salido a las 7.30 de la mañana) no tenía ni fuerzas, ni ganas, ni capacidad ocular para nada.
Por partes. Por la mañana cogí la línea m4, que lleva al norte de Harlem. Sabía que me llevaría tiempo, pero no estaba preparada para la hora y media de acelerones y parones cada tres manzanas del autobús que atraviesa todo el barrio. Finalmente, y tras internarse en un parque maravilloso, llegas al museo. The Cloisters es un edificio construido para albergar una impresionante colección de románico traída desde España, Francia, Italia y Alemania, principalmente, aunque también hay bastante gótico. Capillas enteras, dos patios de claustros, capillas completas, un tesoro de cálices, pinturas, esculturas, tapices, libros, muebles y muchos más elementos componen los fondos. Son impresionantes y no sólo no tienen nada que envidiar a lo que se ve en España sino que en algunos casos está mucho mejor conservado que, por ejemplo, algunas iglesias que vi en Galicia.
Visto lo visto, a la vuelta decidí coger un taxi para llegar al Metropolitan y que me diera tiempo de ver lo principal antes de que llegara la hora gratuita y se llenara de turistas. Ilusa. Está lleno siempre y es imposible ver en condiciones lo principal, no por la cantidad de gente, ni por el tiempo sino porque no existe resistencia física ni mental para eso. Salas y salas de tesoros, pinturas, esculturas, muebles, vestidos, instrumentos musicales, menaje, elementos arquitectónicos... de todos los continentes y épocas desde Grecia hasta ayer mismo.
Hay unas cuantas exposiciones temporales, entre ellas una de todos los fondos del Met de Picasso. Cuando entré resultó ser la más concurrida con diferencia. Muchos españoles e hispanoamericanos, como en todas partes, pero también franceses, alemanes, italianos, japoneses -un grupo completo con guía, además de los que van sueltos- y, por supuesto, americanos. Todos encantados, así que tocó un momento de orgullo patrio.
Los fondos son tremendamente amplios pero, igual que ocurre con el MOMA, la calidad es lo que llama más la atención. Fue como volver al colegio y, sobre todo, a la facultad, cuando estudiaba arte moderno y contemporáneo, ya que de las paredes colgaban las mismas obras que has visto una y otra vez en los libros de arte y que has estudiado a base de verlas en diapositivas y láminas.
Lo único decepcionante, como en el MOMA, es la práctica ausencia de Hoppers. Seguramente la mayoría anda por Washington. Al menos aquí están bien situados, y no como el del MOMA, que se encontraba junto al ascensor que menos se usa y que lo vi por casualidad.
Eso, ayer. Hoy también ha sido un día movido en más de un sentido. A las siete y media de la mañana me recogía el autobús de Contrastes de Manhattan. Inicialmente no iba a hacer esa excursión, pero la de Manhattan de noche me había ido bien así que acabé contratándola directamente con el guía. Ha estado muy bien porque son sitios a los que no llegas por ti misma. El bronx, donde más de una señora del grupo ha pasado mucho miedo. Yo no, pero puedo entenderlo. Es como las películas, ni más ni menos, y las explicaciones del guía, que en este caso no fue Lucas, sino un colombiano llamado Martín, no contribuían a la tranquilidad.
Antes de eso habíamos visto Queens. Luego seguimos por un barrio de muchísimo dinero que está lindando con el Bronx y cuyo nombre no recuerdo y después nos han dado una vuelta por la parte "más judía" de Brooklyn que, personalmente, me ha dado más miedo que el Bronx.
Lo explico. Para empezar, hoy es sábado. Así que hoy, ni actividad comercial, ni laboral, ni encender nada que suponga energía, ni cocinar, ni nada. Las mujeres y niñas visten de negro (luto) y blanco (esperanza de regresar a Israel) y los señores con trajes como los que luego enseñaré en una imagen, la torá en un almohadón y van rezando por las calles. Y si se les cruza alguna gentil vestida provocativamente y tienen algún pensamiento impuro, a abrazar la torá y cabecear para purificarse.
Todo esto nos lo explica el guía, que empieza a profundizar: matrimonios concertados, novios que no se conocen hasta la boda, bodas que se celebran en cuanto las niñas menstruan (los señores suelen doblarles la edad), deberes conyugales que siempre se efectúan con una sàbana que cuenta con una estretégica abertura (salvo que el marido trabaje fuera más de un mes, que entonces se le permite tener otra mujer y sin sábana de por medio. A la esposa no, claro) mujeres que caminan pasos por detrás del marido, que no pueden trabajar fuera de casa, que no pueden tocar a sus hijos varones desde que estos cumplen 8 años, porque son -somos- impuras, que se rapan en cuanto consuman el matrimonio y siguen haciéndolo todos los meses para "no provocar" y van con pelucas por la calle... ¿sigo? Empecé a entender que antes de llegar allí el guía se hubiera descolgado con algunos chistes antisemitas. Y terminé de entenderlo cuando el hombre dejó caer que su primer trabajo en EEUU había sido con ellos. Supongo que no le iría bien.
De la seriedad de esta parte de Brooklyn pasamos a Manhattan, a una zona de barrio latino. Ahí paramos para comer. Yo no lo hice en el restaurante que recomendaba el guía sino que me di una vuelta por la calle principal y me tomé un bol de fruta de los que venden en la calle. Lo que sí usé fue el baño del bar. Y ahí fue donde se me torció el día, como veremos luego.
La cosa terminó cuando nos soltaron en Mulberry Street, entre Litlle Italy y Chinatown. Como ya había estado en ambos barrios, me fui hacia Soho, Nolita y Tribeca y callejeé por las calles, animadísimas. Sin duda es un barrio de futuro, en cuanto restauren los edificios hechos polvo que se alternan con otros muy bonitos, o los derriben para hacerlos nuevos, que supongo que es lo que esperarán los dueños.
cuando me aburrí de callejear, tomé la primera boca de metro que enconté, con la suerte de que era una línea directa a Times Square y la torpeza de cogerla en dirección contraria. Mi primera idea era bajarme antes, en Herald Square, ver una tienda y alguna cosa más por allí y bajar andando las 11 calles que me separan del hotel. Pero -ahora vuelvo atrás- sucede que en el restaurante donde había usado el servicio había mucha cola y el encargado nos bajó a algunas personas al servicio de los empleados de las cocinas. Un lugar, las cocinas, que olían no mal sino mucho a una sustancia dulzona, que creo que es la harina que emplean para las arepas o las empanadas o lo que quiera que las criaturas elaboren. Me entraron náuseas y ese olor se me quedó pegado al cuerpo, a la ropa y al cerebro. Desde entonces no me encontraba muy bien del todo y cuando bajé al metro me descompuse totalmente. Para colmo, lo había tomado en dirección contraria, así que tuve que bajarme, cambiar de sentido y coger uno para Times Square. Un trayecto eterno. Llegué al hotel con el tiempo justo de abrir la puerta de la habitación y echar hasta lo que me comí en el avión -vale, exagero-. Me duché, empaqueté toda la ropa que había llevado en la cocina famosa pero, lamentablemente, sigo oliendo a esa sustancia asquerosa y me he pasado toda la tarde con el estómago revuelto y, ocasionalmente, centrifugando más comida cuando ya creía que no me quedaba más. Cuando me asenté un poco, me arriesgué y me fui a sacar una entrada de las de mitad de precio para ver West Side Story. Los fines de semana no las hay de descuento pero me saqué una bastante apañada en el "Mezzanino" -una especie de entreplanta- aprovechando que una persona sola suele encontrar buenos asientos aislados entre parejas o grupos. Ni más ni menos que lo que esperaba, la representación, aunque me costó no cantar las canciones, especialmente el Quintet, que siempre me ha vuelto loca.
Y con esto -y a falta de la misa gospel a la que no creo que vaya- casi puedo decir que he cumplido con los mandamientos del turista de nueva york: empire state, rockefeller centre, ferry de staten island (y dos más, pasando junto a la estatua de la libertad) metropolitan, moma, catedral de san patricio, capilla de san pablo, zona cero, battery park, wall street, barrios chino, italiano, tribeca, soho, nolita, times square, claro, comer perrito caliente en la esquina -ojo, los de la esquina, no los del centro de la calle, si no, no cuenta- hard rock café, planet hollywood, quinta avenida, central park, brooklyn, harlem, bronx, queens... Bueno, no he comido en un McDonalds, pero es que siempre están llenos y últimamente no me atraen demasiado. Tampoco lo he hecho en un Starbuck's café, pero mañana mismo pienso hacerlo, si el estómago no vuelve a dar la lata. Para mañana el plan es: mercadillo dominguero, librería del strand, partido de españa en el hotel y por la tarde el guggenheim. Y el lunes, a despedirme con la subida que tengo pendiente al empire (la del cupón del city pass) y un paseíto por nobles and barnes, la librería, para comprar algo para el camino de vuelta, si es que no lo he hecho en el strand.
Bueno, hoy no habrá queja del post. Y faltan las fotos. Ahí van.

The Cloisters


The Cloisters


Skyline desde la terraza del Metropolitan



Flushing Meadows:aquí va a ganar Nadal el Gran Slam que le falta


Manhattan desde Queens


Camino del Bronx


El Yankee Stadium, en el Bronx



"Altar" de un pandillero del bronx que se metió a rapero, ganó dinero, quiso salir del barrio, sin dejar de pagar dinero a la pandilla, los compañeros le dijeron que no, se lo cargaron y luego le dedicaron este mural.


"altar" a un pandillero de siete años. Lo mató una bala perdida destinada a su hermano. Unas semanas más tarde se cargaron también al hermano.

Camino del Bronx

Estadio de los Mets de fútbol americano


Este cementerio tiene 17 millones de tumbas. "Sólo" movieron tres para crear la autopista que lo cruza.


Judío ortodoxo jasídico en Brooklyn


Entre el Soho y Tribeca


Tiendecita de Soho


Barrio latino

sábado, 10 de julio de 2010

Doce horas de arte

Primero en The Cloisters y luego en el Metropolitan. Dos lugares imprescindibles. Estoy bien aunque muy muy cansada así que de momento lo dejo aquí, a ver si luego me animo y escribo más y subo unas fotos.

jueves, 8 de julio de 2010

Back from the top of the rock

Al final anoche ni fotos ni segundo post, porque después de escribir el primero me entró pereza y tras el baño viendo el partido de España y el cansancio acumulado me quedé dormida y me desperté a las doce de la noche. Cambié de postura y a seguir durmiendo hasta esta mañana a las cuatro, hora en que me despierto habitualmente. No me pesa, porque eso me ha permitido afrontar descansada la jornada, bastante menos calurosa, por cierto, gracias al nublado y a que ha llovido un poco esta mañana.
Hoy tocaba visita al museo de arte moderno de Nueva York, el famoso MOMA y no ha sido nada decepcionante. Es como el Reina Sofía, tal vez con menos obras en cuanto a cantidad pero compensa con calidad. Es muy emocionante ver en persona los cuadros que normalmente ves reproducidos en libros de arte y postales. Pero, claro, no hay sorpresa, por lo que me quedo del museo con esas obras "menores" de las que ni conocías el autor hasta que las has visto y que te sorprenden. También con la arquitectura del museo, que es espléndida. Y con sus ventanales, que tienen una vista magnífica sobre las calles adyacentes y sus edificios. Y con su tienda también me hubiera quedado, pero me he conformado con la famosa taza de cerámica a la que ya le había echado el ojo desde España y con una bola de goma que hace el mismo efecto que las de nieve pero con brillantina. Muy mona.
Luego he visitado la tienda Lego en Rockefeller plaza y luego he subido al mirador del Rockefeller Center que también es impresionante. No puedo compararlo con el del Empire State, al que subí de noche y aún me queda la entrada del City Pass, pero hay algo seguro: el Rockefeller cuenta con las mejores vistas sobre Central Park y, además, tiene la ventaja de que puedes ver la mole del Empire contrastado con el resto de edificios. Sin haberlo visto de día, repito, me quedaría con el Rockefeller, puestos a elegir.
Después me he dado otro paseíto por la quinta avenida, he entrado en la tienda de la NBA, en la de la NHL... Algunas van a Versace y yo voy a Ver deporte (vale el chiste es pésimo y merezco la reprobación de Gambero. Esto es la mala influencia de Fede).
Después me he pasado por un Duane and Barnes, que son una especie de pequeños mercadonas neoyorquinos que me están viniendo muy bien. La mayoría de ellos (no todos) tienen neveras con bocatas y bols de ensalada, te ponen el precio con los impuestos (es la gran trampa de Nueva York, lo del precio del que luego te encuentras las tasas) y bebidas muy frescas incluida el agua. Ojo, yo me estoy dejando la pasta en agua y para que os hagáis idea, si te compras una botella de un litro en una tienda normal, son 3 dólares. No os asustéis como hice yo el primer día, porque es el precio normal. En Duane sale por 2.20, así que aplicad la misma historia al resto de productos.
Aquí adjunto algunas fotos de ayer y hoy antes de irme, esta vez sí, al ferry que le da la vuelta a Manhattan.
La primera corresponde al edificio del Applestore desde el ascensor de cristal, las dos siguientes son de Central Park, las cuatro o cinco que le siguen son del MOMA y exteriores desde sus ventanas y al final hay una reproducción del rockefeller center hecha con piezas de lego.













miércoles, 7 de julio de 2010

Pero mira cómo cantan los goles en el agua

Crónica desde Nueva York, primera parte. Porque hoy al final me ha salido una jornada partida. A las siete y media ya estaba en la calle y me eché a andar camino de la Central Station, primero, y de Madison Avenue y Central Park después. Una caminatita de "sólo" dos horas contando las paradas para hacer las fotos de rigor, sobre todo en Central Station que es uno de los lugares más fascinante de Nueva York. Basta con sentarse a ver cómo la gente se entrecruza en el vestíbulo grande. Vienen de todas partes, van a todas partes. Unos chinos me han echado una foto en las escaleras donde los intocables salvan al bebé y, al mismo tiempo, apuntan al contable de Capone. Se supone que Nueva York es un gigantesco escenario de cine. Sí. Y no. Es un inmenso plató de televisión. Llevo dos días y medio aquí y todos los días me he encontrado sets y equipos haciendo entrevistas. Hasta en central park. Hoy había allí dos, sólo en el trocito que he visitado porque es un parque inabarcable. He caminado hasta la 81 para ver el Museo de Historia Natural, con su famoso esqueleto gigante de dinosaurio y -lo que más me interesaba- el planetario que no ha sido decepcionante. Una proyección sobre el origen y el futuro del Sol y de la vía láctea (la milky way en inglés, que suena muy gracioso) narrado por Whoopie Goldberg. Por lo demás, el museo estaba saludablemente lleno de niños correteando, como corresponde.
Antes de eso me había caminado un buen tramo de la quinta avenida, lamentablemente no el de Tiffanys, pero sí el de apple stores, tienda abierta 24 horas, por si alguien siente la irrefrenable necesidad de comprar un ipad o lo que sea a las tres de la mañana. Juraría que conozco a más de uno.
Al hilo de esto, debo de estar madurando en dos stationery (en cristiano, papelerías) y he salido con el mismo peso en la mochila con el que entré. Sí, aunque parezca mentira, no he comprado nada (bueno, de eso. Algunos regalillos sí que he apañado, entre ellos alguno inesperado)
Con tanta caminata, a las 12.30 estaba tan hecha polvo que he decidido venirme al hotel a ver el España Alemania. Sabia decisión. primero porque no podía dar un paso. Segundo, porque el calor es hoy particularmente insoportable, y eso ya es decir porque desde que llegué hemos tenido temperaturas de 32 grados centígrados... A las once de la noche. Imaginad a las tres. Sol de plano y ayer me quemé en el crucero de mediodía.
El partido lo habréis visto todos, así que poco más puedo añadir. Iba a entrar en una de las muchas tabernas irlandesas de la zona pero el dueño de la que fui a entrar me dijo que cinco euros sólo por entrar a ver el fútbol. Así que me he venido al hotel donde nos han puesto la retransmisión en la pared alta que hay sobre la piscina. Sonido incluido. Al principio éramos ocho o nueve, pero conforme avanzaba el partido se ha ido sumando la clientela más joven y unos cuantos hemos visto toda la segunda parte metidos en agua, como garbancitos y tomándonos cervezas... alemanas. A su salud y suerte para la próxima, que la final del domingo la jugamos nosotros. Espero que el hotel repita historia e incluso lo monte mejor y nos invite a algo, aunque eso último lo dudo.
Bueno, voy a vestirme y me vuelvo a mis 43 grados centígrados y a mis rascacielos.Hoy me voy a embarcar de nuevo, pero en el que me lleva por la zona de naciones unidas, que esa parte aún no la he visto. A la vuelta intentaré colgar unas fotos aunque no garantizo nada, que ya vimos lo que pasó anoche, que me quedé dormida con el portátil poco menos que de almohada.
Besos a todos, espero que todo vaya bien

El martes, embárcate dos veces, que la pena merece

El martes ha sido un día espléndido y agotador. Tanto que me he dormido bocabajo tirada junto al ordenador después de elegir las fotografías para colgarlas en el blog. Estoy intentando que lleven un orden coherente pero si no lo consigo, espero que os hagáis cargo.
Para empezar, lo mejor que se puede hacer es salir tempranísimo del hotel. A las siete de la mañana están las calles, quienes las limpian y los pocos turistas madrugadores así que se pueden hacer fotos a gusto y con menos riesgos de tropezones y atropellos (aunque aquí el personal está muy acostumbrado y lleva bien a los que caminan con el cuello torcido e incluso se les olvida dar un paso o lo dan de más).
Después de un poco de callejeo me subí a la excursión diurna que te da una vuelta por Manhattan en minibuses. Había tres grupos dirigidos por sendos guías identificados por: una banderita americana, un paraguas naranja con el mango de pato como Mary Poppins y otro que llevaba un sable láser de plástico de la guerra de las galaxias. Naturalmente, me tocó el de Mary Poppins y el autobús más viejo de los tres, sin aire acondicionado y que olía a quemado. Tanto que después de que lo dejáramos para subirnos al ferry que te da un paseíto alrededor de Manhattan y la isla de Ellis, al volver ya había muerto. Lo cual fue una buena noticia porque nos llevaron a pie la segunda parte por el distrito financiero y la Zona Cero y fue mucho más agradable e instructivo. Hubo gente que se fue mosqueada y prometió reclamar el dinero pero se perdieron las mejores actuaciones nuestro guía, un “brooklynense” con una incontestable ascendencia judía y que nos usa como conejillos de indias para participar en el club de la comedia, o eso parece.
Lo bueno de las organizadas es que ves lo principal (desde el Rockefeller, el Flatiron, el Empire…) lo malo es que te encuentras la tienda Lego de la quinta avenida y no puedes pararte: sólo fotografiar la manzana gigante hecha de piececitas o lametear el cristal con envidia de los que están dentro mirando.
Cuando acabó el tour, devolvieron a la gente a Times Square en metro pero yo preferí quedarme y dar una vuelta por Chinatown y Little Italy. Eso me dejó el tiempo justo para llegar al hotel, ducharme y subirme al tour de la tarde-noche que fue espléndido con nuestro amigo Lucas de guía. Nos enseñaron la zona cero justo desde el otro lado, nos subieron al ferry de Staten Island desde el que vimos la puesta de sol y, a la vuelta, el encendido de las luces. De ahí al puente de Brooklyn y volvimos a pasar el puente de Manhattan con Frank Sinatra a todo trapo y todo el autobús de españoles cantando el New York, New York y luego Que viva España. Un momento kitsch, lo reconozco, pero hay que tener el corazón de hielo para no sentir la ciudad y la canción de otra manera. Aunque la cosa no supera al ferry del mediodía, cuando la megafonía nos colocó la versión de Withney Houston del himno americano y del God Bless America cuando pasamos por la estatua de la Libertad.
Me gustó tanto el tour que me fui a un cajero automático al pie del Empire para contratar el Contrastes de Nueva York que te lleva por Brooklyn, Harlem y resto de barrios. Lo haré el sábado que dicen que es el mejor día y yo no iba a ir a museos, de todas formas, porque deben de estar llenos.
Esto es un pálido reflejo de todo lo visto este martes, lo mismo que las fotos.
Gracias por estar ahí.

P.D. Las fotos nocturnas están hechas con la Nikon cutre en modo Atardecer, algunas apoyada la cámara en algún muro y otras a pulso. Lo aclaro porque, la verdad, creo que dan el pego estupendamente.

El empire state


La gran manzana de Lego


El famoso Flatiron


Un edificio con forma de iceberg junto al antiguo muelle donde debía llegar el Titanic. Humor negro on the rocks


La imagen clásica


La zona cero de las torres gemelas desde el cementerio de la capilla de san pablo


...y desde el otro lado


Vistas diurnas desde el ferry






Servidora en Strawberry Fields


Edificio Dakota


La estatua al atardecer


Anochecer desde el ferry


Manhattan desde el otro lado del puente de Brooklyn




Y desde el Empire State, aunque las fotos no hacen justicia a las vistas impresionantes