domingo, 11 de julio de 2010

Cumplir con los mandamientos del turista

Esto es Nueva York

Esto también es Nueva York

Y esto, también


Son algunas de las fotos del viernes, tanto de The Cloisters, el museo románico dependiente del Metropolitan, como del propio Metropolitan. Fueron dos visitas tan agotadoras que cuando llegué a las siete de la tarde al hotel (había salido a las 7.30 de la mañana) no tenía ni fuerzas, ni ganas, ni capacidad ocular para nada.
Por partes. Por la mañana cogí la línea m4, que lleva al norte de Harlem. Sabía que me llevaría tiempo, pero no estaba preparada para la hora y media de acelerones y parones cada tres manzanas del autobús que atraviesa todo el barrio. Finalmente, y tras internarse en un parque maravilloso, llegas al museo. The Cloisters es un edificio construido para albergar una impresionante colección de románico traída desde España, Francia, Italia y Alemania, principalmente, aunque también hay bastante gótico. Capillas enteras, dos patios de claustros, capillas completas, un tesoro de cálices, pinturas, esculturas, tapices, libros, muebles y muchos más elementos componen los fondos. Son impresionantes y no sólo no tienen nada que envidiar a lo que se ve en España sino que en algunos casos está mucho mejor conservado que, por ejemplo, algunas iglesias que vi en Galicia.
Visto lo visto, a la vuelta decidí coger un taxi para llegar al Metropolitan y que me diera tiempo de ver lo principal antes de que llegara la hora gratuita y se llenara de turistas. Ilusa. Está lleno siempre y es imposible ver en condiciones lo principal, no por la cantidad de gente, ni por el tiempo sino porque no existe resistencia física ni mental para eso. Salas y salas de tesoros, pinturas, esculturas, muebles, vestidos, instrumentos musicales, menaje, elementos arquitectónicos... de todos los continentes y épocas desde Grecia hasta ayer mismo.
Hay unas cuantas exposiciones temporales, entre ellas una de todos los fondos del Met de Picasso. Cuando entré resultó ser la más concurrida con diferencia. Muchos españoles e hispanoamericanos, como en todas partes, pero también franceses, alemanes, italianos, japoneses -un grupo completo con guía, además de los que van sueltos- y, por supuesto, americanos. Todos encantados, así que tocó un momento de orgullo patrio.
Los fondos son tremendamente amplios pero, igual que ocurre con el MOMA, la calidad es lo que llama más la atención. Fue como volver al colegio y, sobre todo, a la facultad, cuando estudiaba arte moderno y contemporáneo, ya que de las paredes colgaban las mismas obras que has visto una y otra vez en los libros de arte y que has estudiado a base de verlas en diapositivas y láminas.
Lo único decepcionante, como en el MOMA, es la práctica ausencia de Hoppers. Seguramente la mayoría anda por Washington. Al menos aquí están bien situados, y no como el del MOMA, que se encontraba junto al ascensor que menos se usa y que lo vi por casualidad.
Eso, ayer. Hoy también ha sido un día movido en más de un sentido. A las siete y media de la mañana me recogía el autobús de Contrastes de Manhattan. Inicialmente no iba a hacer esa excursión, pero la de Manhattan de noche me había ido bien así que acabé contratándola directamente con el guía. Ha estado muy bien porque son sitios a los que no llegas por ti misma. El bronx, donde más de una señora del grupo ha pasado mucho miedo. Yo no, pero puedo entenderlo. Es como las películas, ni más ni menos, y las explicaciones del guía, que en este caso no fue Lucas, sino un colombiano llamado Martín, no contribuían a la tranquilidad.
Antes de eso habíamos visto Queens. Luego seguimos por un barrio de muchísimo dinero que está lindando con el Bronx y cuyo nombre no recuerdo y después nos han dado una vuelta por la parte "más judía" de Brooklyn que, personalmente, me ha dado más miedo que el Bronx.
Lo explico. Para empezar, hoy es sábado. Así que hoy, ni actividad comercial, ni laboral, ni encender nada que suponga energía, ni cocinar, ni nada. Las mujeres y niñas visten de negro (luto) y blanco (esperanza de regresar a Israel) y los señores con trajes como los que luego enseñaré en una imagen, la torá en un almohadón y van rezando por las calles. Y si se les cruza alguna gentil vestida provocativamente y tienen algún pensamiento impuro, a abrazar la torá y cabecear para purificarse.
Todo esto nos lo explica el guía, que empieza a profundizar: matrimonios concertados, novios que no se conocen hasta la boda, bodas que se celebran en cuanto las niñas menstruan (los señores suelen doblarles la edad), deberes conyugales que siempre se efectúan con una sàbana que cuenta con una estretégica abertura (salvo que el marido trabaje fuera más de un mes, que entonces se le permite tener otra mujer y sin sábana de por medio. A la esposa no, claro) mujeres que caminan pasos por detrás del marido, que no pueden trabajar fuera de casa, que no pueden tocar a sus hijos varones desde que estos cumplen 8 años, porque son -somos- impuras, que se rapan en cuanto consuman el matrimonio y siguen haciéndolo todos los meses para "no provocar" y van con pelucas por la calle... ¿sigo? Empecé a entender que antes de llegar allí el guía se hubiera descolgado con algunos chistes antisemitas. Y terminé de entenderlo cuando el hombre dejó caer que su primer trabajo en EEUU había sido con ellos. Supongo que no le iría bien.
De la seriedad de esta parte de Brooklyn pasamos a Manhattan, a una zona de barrio latino. Ahí paramos para comer. Yo no lo hice en el restaurante que recomendaba el guía sino que me di una vuelta por la calle principal y me tomé un bol de fruta de los que venden en la calle. Lo que sí usé fue el baño del bar. Y ahí fue donde se me torció el día, como veremos luego.
La cosa terminó cuando nos soltaron en Mulberry Street, entre Litlle Italy y Chinatown. Como ya había estado en ambos barrios, me fui hacia Soho, Nolita y Tribeca y callejeé por las calles, animadísimas. Sin duda es un barrio de futuro, en cuanto restauren los edificios hechos polvo que se alternan con otros muy bonitos, o los derriben para hacerlos nuevos, que supongo que es lo que esperarán los dueños.
cuando me aburrí de callejear, tomé la primera boca de metro que enconté, con la suerte de que era una línea directa a Times Square y la torpeza de cogerla en dirección contraria. Mi primera idea era bajarme antes, en Herald Square, ver una tienda y alguna cosa más por allí y bajar andando las 11 calles que me separan del hotel. Pero -ahora vuelvo atrás- sucede que en el restaurante donde había usado el servicio había mucha cola y el encargado nos bajó a algunas personas al servicio de los empleados de las cocinas. Un lugar, las cocinas, que olían no mal sino mucho a una sustancia dulzona, que creo que es la harina que emplean para las arepas o las empanadas o lo que quiera que las criaturas elaboren. Me entraron náuseas y ese olor se me quedó pegado al cuerpo, a la ropa y al cerebro. Desde entonces no me encontraba muy bien del todo y cuando bajé al metro me descompuse totalmente. Para colmo, lo había tomado en dirección contraria, así que tuve que bajarme, cambiar de sentido y coger uno para Times Square. Un trayecto eterno. Llegué al hotel con el tiempo justo de abrir la puerta de la habitación y echar hasta lo que me comí en el avión -vale, exagero-. Me duché, empaqueté toda la ropa que había llevado en la cocina famosa pero, lamentablemente, sigo oliendo a esa sustancia asquerosa y me he pasado toda la tarde con el estómago revuelto y, ocasionalmente, centrifugando más comida cuando ya creía que no me quedaba más. Cuando me asenté un poco, me arriesgué y me fui a sacar una entrada de las de mitad de precio para ver West Side Story. Los fines de semana no las hay de descuento pero me saqué una bastante apañada en el "Mezzanino" -una especie de entreplanta- aprovechando que una persona sola suele encontrar buenos asientos aislados entre parejas o grupos. Ni más ni menos que lo que esperaba, la representación, aunque me costó no cantar las canciones, especialmente el Quintet, que siempre me ha vuelto loca.
Y con esto -y a falta de la misa gospel a la que no creo que vaya- casi puedo decir que he cumplido con los mandamientos del turista de nueva york: empire state, rockefeller centre, ferry de staten island (y dos más, pasando junto a la estatua de la libertad) metropolitan, moma, catedral de san patricio, capilla de san pablo, zona cero, battery park, wall street, barrios chino, italiano, tribeca, soho, nolita, times square, claro, comer perrito caliente en la esquina -ojo, los de la esquina, no los del centro de la calle, si no, no cuenta- hard rock café, planet hollywood, quinta avenida, central park, brooklyn, harlem, bronx, queens... Bueno, no he comido en un McDonalds, pero es que siempre están llenos y últimamente no me atraen demasiado. Tampoco lo he hecho en un Starbuck's café, pero mañana mismo pienso hacerlo, si el estómago no vuelve a dar la lata. Para mañana el plan es: mercadillo dominguero, librería del strand, partido de españa en el hotel y por la tarde el guggenheim. Y el lunes, a despedirme con la subida que tengo pendiente al empire (la del cupón del city pass) y un paseíto por nobles and barnes, la librería, para comprar algo para el camino de vuelta, si es que no lo he hecho en el strand.
Bueno, hoy no habrá queja del post. Y faltan las fotos. Ahí van.

The Cloisters


The Cloisters


Skyline desde la terraza del Metropolitan



Flushing Meadows:aquí va a ganar Nadal el Gran Slam que le falta


Manhattan desde Queens


Camino del Bronx


El Yankee Stadium, en el Bronx



"Altar" de un pandillero del bronx que se metió a rapero, ganó dinero, quiso salir del barrio, sin dejar de pagar dinero a la pandilla, los compañeros le dijeron que no, se lo cargaron y luego le dedicaron este mural.


"altar" a un pandillero de siete años. Lo mató una bala perdida destinada a su hermano. Unas semanas más tarde se cargaron también al hermano.

Camino del Bronx

Estadio de los Mets de fútbol americano


Este cementerio tiene 17 millones de tumbas. "Sólo" movieron tres para crear la autopista que lo cruza.


Judío ortodoxo jasídico en Brooklyn


Entre el Soho y Tribeca


Tiendecita de Soho


Barrio latino

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pedazo gañán, a Big Pun no le mataron, murió de un infarto. Era una bola de 300 kilos, eso fue lo que le mató.